UN
TIPO GENIAL! (III parte)
Ese MG del blog anterior, me
trae anécdotas con mi madre, ya que ella disfrutaba su manejo. Como mis
hermanos estaban internos en Popayán, fui la persona que estuve en más eventos
y recorridos en este vehículo.
Más o menos cada dos
semanas viajábamos a Cali, para abastecerse mi madre de algunas cosas para el
hogar, mi padre visitaba las casas dentales y surtía su consultorio y mientras
esto hacían me dejaban en casa de mi abuelita donde recibía todo el cariño que
desbordaban ella y su hermana para mí.
Hay dos detalles
importantes de esa época, uno a la hora de regresar a casa, se les hizo tarde a
mis padres y cogimos carretera casi a media noche, carretera destapada y
polvorosa. Faltaría una media hora para llegar al pueblo cuando mi madre vio a
una señora cerca de la carretera y comentó, “pobre
viejita, a esta hora solita por esta carretera”, yo me solivié en el puesto
del baúl que ocupaba y medio dormida miré a la señora, y vi una enooooooorme
mujer de color y la voz de mi padre que decía: POBRE VIEJITA??????? Esa señora no es real… y aceleró el carro y la
media hora se convirtió en quince minutos y llegamos a casa en un abrir y
cerrar de ojos.
A partir de esa fecha nunca
más viajamos en la noche.
Otro día y también en el
MG, viajé a Cali con mi madre, ya era rutinario hacerlo, hizo las compras,
fuimos donde la abuela y luego a casa. Al llegar mi madre previsiva se acercó a
la estación de gasolina de la entrada y de inmediato le preguntaron si estaba
bien y si el automotor funcionaba bien, mi progenitora los miraba con una
tranquilidad pasmosa y ellos miraban el pequeño MG por todos lados y la
interrogaban sobre la velocidad que traía. Cuando bajamos a ver qué era lo que
les sorprendía vimos que traía dos llantas en rines, es decir, sin aire, … el
caso es que repararon las ruedas y al llegar a casa mi madre decidió no volver
a viajar sólo en mi compañía porque se entusiasmaba y al parecer imprimía mucha
velocidad y algo nos podía pasar.
Mi padre preocupado por la
velocidad a que mi madre le estaba aplicando al MG, que realmente era un
prototipo de un coche de carreras, llegó de pronto con un Volkswagen, no sé que
negocio hizo, pero ese cucarrón entró a casa de repente y al poco tiempo un
segundo Volkswagen del mismo modelo, no sé cómo lo hacía, pero salía un rato y
a su regreso traía una adquisición diferente.
Después de las anteriores
marcas de vehículos, un día compró un jeep Land Rover, se entusiasmó ya que era
un jeep y según él estos vehículos son más fuertes y aguantan más. La suerte no
estaba con él, ya que pronto le falló y su teoría con los jeep se vino abajo.
Una tarde viajó con mi madre a Cali y a la vuelta venía con un jeep Willys,
nuevo, llegó con una sonrisa de oreja a oreja, mi madre se quejaba de que era
un vehículo muy duro, etc.
Mi padre hizo buenas migas
con la empresa de Leonidas Lara e hijos, quienes tenían una bodega y
ensamblaban los jeep Willys, ya que fue un cliente excelente. Ante las
protestas de mi madre una semana más tarde viajaron nuevamente a Cali y de
regreso mi padre entró al garaje su querido Willys y mi madre lo siguió en un automóvil
Willys también.
Luego otro Willys y casi
que perdí la cuenta de cuántos jeeps de esta marca pasaron por nuestra casa,
luego un Commander denominado la “venganza española” porque resultó un fiasco,
la máxima velocidad era 40 km por hora, desesperante. Y llegó una camionetica chévere
de marca Wartburg, producto alemán, después un Dodge, luego el último que tuvo
mi padre un Lada color verde oliva, Ruso, con el que tuvo problemas ya que este
vehículo llegó por la Costa Atlántica y al ensamblarlo el motor tenía un número
y el chasís otro, la Justicia Aduanera le confiscó el jeep que había comprado
con su buena fe al Concesionario y se llegó a los estrados judiciales hasta que
al fin después de una lucha tenaz de varios años recuperó su vehículo. Fue el
último automotor que le conocí, con problemas o sin ellos, disfrutaba
negociando.
Wartburg.
Lo único que puedo decir es
que mi padre fue realmente un genio para negociar los vehículos, sin dejar
jamás una deuda, mercadeaba honestamente y nunca lo vi molestarse por los
problemas que le producían, siempre decía: “eso
es parte de la aventura”.
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