martes, 25 de febrero de 2014

Un tipo genial! (II parte)


UN TIPO GENIAL! (II parte)

Después de los resultados conocidos dentro del pequeño Jeep, mi padre se decidió a comprarle una carpa y mejoró bastante la situación y los paseos fueron más agradables.

Sin embargo esto no se quedó ahí, mi padre como siempre, emprendedor, se nos presentó con otra sorpresa, así como llegó el jeep así se esfumó de nuestras vidas, encontró otro vehículo, un Nash, marca que desapareció después del año 1954, así que esta adquisición fue un poco antes de que la retiraran del mercado.

 

Con gran entusiasmo recibimos esta “berlina” ya que en esa época se denominaba con este término a los automóviles. Aunque de segunda, por fuera tenía una buena apariencia y aplaudimos la adquisición, aunque no recuerdo de qué manera se hizo esa negociación, lo que si puedo decir es que muy seguramente lo fue por el sistema de trueque ya que era algo frecuente en las finanzas de mi padre.

Nuevamente mi recursivo padre con su buen amigo mecánico, revisaron el Nash, que como todo vehículo usado tenía sus fallas, pero si bien eran varias, permitía por lo menos estar en su interior sin hacer uso de paraguas en caso de lluvia.

Lo simpático de este vehículo es que para su transporte se necesitaba llevar mecánico a bordo, pues aunque papá era un genio todero, la astucia y la experiencia de su voluntario compañero hacían que el automotor rugiera sin problemas.

En esos días hubo la necesidad de viajar a Bogotá y por supuesto en el auto íbamos padre, madre, un abogado amigo, el mecánico y yo. Sé que me dormí cuando llegábamos a las calurosas tierras del Espinal y me despertó un golpe que me hizo estrellar contra algo duro que me produjo una protuberancia en la frente, vulgarmente llamada “chichón”. No sé cómo fue ese accidente ni lo puedo imaginar, sobre todo en tiempos en que la máxima velocidad creo, era 50 kilómetros por hora y que en carreteras destapadas nunca se osaba llegar a tanto, sólo me atrevo a pensar que los frenos fallaron y ocurrió lo que pasó.



(En la foto, de izquierda a derecha, abogado amigo, mi padre, el mecánico amigo y alguien del pueblo, por supuesto la niña que mira el motor del vehículo es la suscrita.)

 

Sólo sé que llegamos a un pueblo en donde bajamos a tomar algo y a aliviar la vejiga. Este evento si lo tengo muy presente porque mi madre entró primero y salió con los ojos muy abiertos y diciéndome que tuviera cuidado no me fuera a caer. Entré y me encontré con algo parecido a esto, aunque no tan moderno ni tan sofisticado,



 

 
 

 

al que yo fui era según esta descripción que les defino: un cuarto grande imagino que tendría unos 4 por 4 metros, y en el centro el famoso excusado, todo en cemento y con las huellas para pararse en ellas, algo así como una taza ancha con dos bloques de cemento donde uno colocaba los pies, no sé cómo lo usarían los pueblerinos, pero era bastante complicado remover las prendas de vestir sin caerse y sin mancharlas en ese monumento al concreto, ya cuando se ponía de pies para retirarse, se halaba una cadena que colgaba de un tanque alto arriba de la cabeza, el cual yo no alcancé, pero imagino que vaciaba el agua. Luego con mucho cuidado había que bajarse ya que todo alrededor estaba mojado. No sé si por lo pequeña que era, me pareció que ese lugar era inmenso y pasar de las huellas al piso fue un pequeño salto, peligroso, pero que superé para llegar muy orgullosa a contarle a mi madre que había salido ilesa.

De Bogotá apenas si recuerdo algunos detalles, llegamos a casa de unos parientes, si mal no recuerdo, sólo estuvimos una o dos noches allí, conocí el almacén Tía, toda una novedad y vi y usé por primera vez las escaleras automáticas, mecanismo desconocido en Cali y mucho menos en el pueblo donde vivíamos. Además mi madre descubrió que soy alérgica a las mantas de lana, así que llegué a casa con un hermoso sarpullido rosa que me cubría todo el cuerpo.

Sobra decir que logramos regresar en el mismo carro que viajamos, pero el mismo desapareció tan rápido como llegó, viéndonos entonces en un hermoso MG rojo granate que compró mi madre a Luis Angel Mera. Anexo foto que ya es bien conocida por quienes siguen mi blog.

 

 

Y los espero en la tercera parte ya que todavía siguen más vehículos.

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