Febrero 20
del 2014
Hablemos de comidas y cenas…
No se necesita ser un gran Gourmet para servir un plato
atractivo, al menos eso me parece a mi.
Muchas veces al llegar a un restaurante, según su apariencia
pienso que así será la comida. Y empiezo con mis recuerdos… Hace algún tiempo
fui invitada a un restaurante en ciudad Jardín, elegante desde la entrada, se
veía impecable, aire acondicionado, mesas con un toque de flores, servilletas
en su aro y cubiertos sin una mancha, perfecto, el mesero ni se diga. Al cruzar
el primer comedor se pasa la cocina, también perfecta, cada cosa en su sitio y
cada cocinero en su lugar.
Llegamos a la mesa junto a un ventanal, en un ambiente claro
y exento de olor, nos sentamos y el elegante camarero dejó en nuestras manos el
menú y regresó con la misma rigidez a un punto estratégico del comedor. Antes
de pedir nada perdí el apetito, me sentí como acabada de ingresar a una sala de
cirugía. A pesar de esta sensación escogimos el plato a consumir y tras una
larga espera que nos dio tiempo para terminar la copa que solicitamos como
aperitivo y picar distintas diminutas piezas de queso, llegó el servicio
solicitado. Un enorme plato con una cucharada de ensalada y un trozo de carne de unos
cuatro centímetros bañado en una salsa que hacía un hermoso dibujo sobre la
brillante base. Al lado una bandeja con cinco conchitas de porcelana con diferentes salsas para mezclar.
Como bien pueden imaginar este hermoso plato no calmó mi
apetito y tampoco me animó a pedir nada más, ya que los precios de la carta me
desanimaron completamente.
Y tampoco puedo decir que entrar a un restaurante donde sirve
sopas que desbordan el plato y bandejas con cantidades variadas de carne sean,
al menos en mi caso, de mi predilección. Me voy a referir a los platos que se
sirven en casa, sin necesidad de preparar porciones muy sofisticadas, se puede
disfrutar de un buen plato.
Hace algún tiempo unos amigos me invitaron en compañía de una
amiga a pasar la tarde en su casa, y el plato que sirvieron fue realmente
maravilloso, tanto que al llegar a casa corrí y lo preparé para mi hijo, para
que disfrutase de un plato sencillo y delicioso. Y sólo consta de cuatro ingredientes:
macarrones, tomate, queso y albahaca. Pisca de sal y aceite de oliva para el
sabor.
Me habría gustado incluir una foto de este delicioso plato,
pero ¿saben que fue lo mejor del mismo? La amabilidad y afecto como fue
preparado, hubo charlas, bromas y sonrisas durante el procedimiento, así cuando
llegó a la mesa fue todo un placer.
Acostumbro fotografiar los platos que preparo, aunque de
nuevo advierto, no soy Gourmet, ni mis platos son sofisticados, son la comida
diaria y casual que me gusta disfrutar, pero por alguna razón técnica no lo encuentro
en mis archivos.*
Mi madre me enseñó de pequeña a preparar unos platos básicos,
arroz, torta de maduro y carne y freír tajadas y filetes. A partir de allí yo
debía ingeniármelas para preparar cosas distintas, lo cual no hice sino hasta
cuando fui bastante mayorcita y no por placer sino por la necesidad de buscar
alimentos que no me hicieran daño, pues tengo un vientre bastante sensible.
Hubo una temporada que por necesidad traía el almuerzo de un
restaurante cercano, comida casera, pero por efectos de la sazón me afectó
bastante y decidí que debía tomar cartas en el asunto y encontré un verdadero
placer en preparar y servir, aunque no tanto en el paso siguiente: lavar, pero
bueno, no se puede hacer lo primero sin lo segundo.
Descubrí que cualquier plato, por sencillo que sea, si uno lo
coloca en el plato con una sonrisa, con entusiasmo, así mismo se disfruta y
puede parecer un manjar exquisito.
Espero que estas imágenes den la misma sensación: un plato
para un desayuno fuertecito, otro para un almuerzo y una cena.
Desayuno:
Almuerzo:
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