jueves, 25 de septiembre de 2014

Una historia sin fin


Septiembre 21 del 2014
 
UNA HISTORIA SIN FIN

Esta historia no sé cuándo podré terminarla, pero irá por etapas y van a ver el por qué.

Desde hace aproximadamente tres o tres años y medio, noté el ruido de una cascada bajo el andén frente a mi casa, era algo así como un pequeño arroyo, suave y tranquilo, sin embargo, la opción no era otra sino informar a los encargados del acueducto y alcantarillado para que revisaran. Transcurrido un tiempo de más o menos seis meses se acercó un jeep de dicha entidad quien miró circunspecto el área y dijo que debía ser el ruido del agua de la alcantarilla que alcanzaba a escucharse y se marchó.

Pasado un año, el ruido persistía pero también el piso empezaba a ceder, nuevamente me dirigí a la misma entidad y reiteré el problema, agregando que ahora notaba un hundimiento lento del área. Nuevamente pasó un tiempo aproximado a siete meses y llegó otro vehículo, ahora camioneta, bajaron cinco personas y tras observar cuidadosamente el lugar, se reunieron, hablaron y me comunicaron que eso no les correspondía y que ellos no tocaban lo referente a alcantarillado.

Pasó el tiempo ya más de tres años, tiempo en el cual diferentes circunstancias hicieron que pospusiera el problema, cuando observé que en un lado se produjo un agujero en el cual todo el que pasaba arrojaba sus basuras, incluso la escobita de la cuadra, empujaba la tierra a este agujero y el andén, precisamente que cubría la parte por donde se ingresa al garaje empezó a presentar un hundimiento, primero de cinco centímetros, luego de diez y ahora último llegaba casi a los quince. Fuera de lo anterior el hermoso sonido tipo arroyo, era cascada con las subsiguientes caídas, el eco hacía que este sonido amenizara el paso de los transeúntes. En esta oportunidad decidí que no estaba usando los medios idóneos para llamar y opté por el recursivo internet.

Y mandé un mensaje en los siguientes términos:

“Se presenta hundimiento sobre el andén frente a la … y se escucha el paso de agua.”

Y voilà el domingo 21 de septiembre del año en curso, después de dos semanas ¡se hizo el milagro! Apareció una camioneta bajó un hombre con un papel en la mano acompañado de un musculoso afro descendiente y otro aparentemente de zona indígena, mientras el Coordinador con rostro de pocos amigos me interrogaba sobre lo que sucedía, sus subordinados ya habían puesto el oído en el piso y sin lugar a dudas dijeron que había que levantar el andén, el medidor y llegar hasta el cobre, (¿?), poco después arribó la llamada “retro” y empezó el trabajo, qué empeño y buen ánimo de estos personajes, hicieron el seguimiento correspondiente y encontraron inundada toda la parte de abajo del andén, una manguera que arrojaba agua y nuestra fuente musical terminó. Estos hombres sudaban bajo el sol que fue inclemente, así que los surtí con agua y gaseosa durante las penosas horas que acompañaron su labor, pero con buen ánimo y entre bromas y charlas reemplazaron la manguera rota.

La retro minimizó el trabajo, ya que metió se cuchara, levantó andenes, le advirtieron, ojo con los bolardos, sacó tierra y… se tiró los bolardos… luego con mucha maña los colocó en su lugar, más el daño ya está hecho, quedaron lesionados.

Hubo que esperar a que el Coordinador regresara para que trajera los accesorios que necesitaban para empatar el medidor. Cuando llegó, nuevamente mal encarado pasó los accesorios y empezó a acosar para marcharse, claro, pero antes pidió comida a los vecinos de la cuadra que estaban celebrando el día del amor y la amistad y tan pronto como terminó el último bocado se trepó, literalmente a la camioneta y dijo a sus subalternos que ¡listo que se iban!

El par de trabajadores se quedaron sin habla, me miraron consternados porque habían prometido dejar protegido el medidor, ya que en esta área, ya me ocurrió una vez, me “bajaron” de este artefacto. Se tuvieron que marchar sin terminar, pero ironías de la vida estos hombres que querían dejar su trabajo bien hecho no lo pudieron hacer porque su coordinador no los dejó. Además observé que ni siquiera se atrevían a echar un palazo para cubrir los tubos que quedaban a la vista en ese agujero, porque correr la tierra y tapar no les correspondía y vi como trataban suavemente y con disimulo, con sus pies, empujar la tierra para así, someramente, dejar cubierto un poquito el cableado que quedaba expuesto.

Lo único que permitió el eficiente coordinador, fue colocar una cinta amarilla de advertencia para los transeúntes.

Con cemento y la preocupación de dejar sin protección el medidor de agua, llegó como salvación mi vecino, vergüenza de vergüenzas, él trajo arena y con el cemento mezclado me salvó del trance, digo vergüenza porque es Arquitecto y estaba haciendo el trabajo de quienes tenían el deber de hacerlo. Ya a salvo, al menos de esta situación, se solucionó el problema del escape de agua, el hundimiento y asegurado el medidor.

Les seguiré la historia la próxima semana.

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