Septiembre 21 del 2014
UNA HISTORIA SIN FIN
Esta historia no sé
cuándo podré terminarla, pero irá por etapas y van a ver el por qué.
Desde hace
aproximadamente tres o tres años y medio, noté el ruido de una cascada bajo el
andén frente a mi casa, era algo así como un pequeño arroyo, suave y tranquilo,
sin embargo, la opción no era otra sino informar a los encargados del acueducto
y alcantarillado para que revisaran. Transcurrido un tiempo de más o menos seis
meses se acercó un jeep de dicha entidad quien miró circunspecto el área y dijo
que debía ser el ruido del agua de la alcantarilla que alcanzaba a escucharse y
se marchó.
Pasado un año, el ruido
persistía pero también el piso empezaba a ceder, nuevamente me dirigí a la
misma entidad y reiteré el problema, agregando que ahora notaba un hundimiento
lento del área. Nuevamente pasó un tiempo aproximado a siete meses y llegó otro
vehículo, ahora camioneta, bajaron cinco personas y tras observar
cuidadosamente el lugar, se reunieron, hablaron y me comunicaron que eso no les
correspondía y que ellos no tocaban lo referente a alcantarillado.
Pasó el tiempo ya más
de tres años, tiempo en el cual diferentes circunstancias hicieron que
pospusiera el problema, cuando observé que en un lado se produjo un agujero en
el cual todo el que pasaba arrojaba sus basuras, incluso la escobita de la
cuadra, empujaba la tierra a este agujero y el andén, precisamente que cubría
la parte por donde se ingresa al garaje empezó a presentar un hundimiento,
primero de cinco centímetros, luego de diez y ahora último llegaba casi a los
quince. Fuera de lo anterior el hermoso sonido tipo arroyo, era cascada con las
subsiguientes caídas, el eco hacía que este sonido amenizara el paso de los
transeúntes. En esta oportunidad decidí que no estaba usando los medios idóneos
para llamar y opté por el recursivo internet.
Y mandé un mensaje en
los siguientes términos:
“Se presenta hundimiento
sobre el andén frente a la … y se escucha el paso de agua.”
Y voilà el domingo 21 de septiembre
del año en curso, después de dos semanas ¡se hizo el milagro! Apareció una
camioneta bajó un hombre con un papel en la mano acompañado de un musculoso
afro descendiente y otro aparentemente de zona indígena, mientras el
Coordinador con rostro de pocos amigos me interrogaba sobre lo que sucedía, sus
subordinados ya habían puesto el oído en el piso y sin lugar a dudas dijeron
que había que levantar el andén, el medidor y llegar hasta el cobre, (¿?), poco
después arribó la llamada “retro” y empezó el trabajo, qué empeño y buen ánimo
de estos personajes, hicieron el seguimiento correspondiente y encontraron
inundada toda la parte de abajo del andén, una manguera que arrojaba agua y
nuestra fuente musical terminó. Estos hombres sudaban bajo el sol que fue inclemente,
así que los surtí con agua y gaseosa durante las penosas horas que acompañaron
su labor, pero con buen ánimo y entre bromas y charlas reemplazaron la manguera
rota.
La retro minimizó el trabajo, ya que metió se cuchara,
levantó andenes, le advirtieron, ojo con los bolardos, sacó tierra y… se tiró
los bolardos… luego con mucha maña los colocó en su lugar, más el daño ya está
hecho, quedaron lesionados.
Hubo que esperar a que el Coordinador regresara para
que trajera los accesorios que necesitaban para empatar el medidor. Cuando
llegó, nuevamente mal encarado pasó los accesorios y empezó a acosar para
marcharse, claro, pero antes pidió comida a los vecinos de la cuadra que
estaban celebrando el día del amor y la amistad y tan pronto como terminó el
último bocado se trepó, literalmente a la camioneta y dijo a sus subalternos
que ¡listo que se iban!
El par de trabajadores se quedaron sin habla, me
miraron consternados porque habían prometido dejar protegido el medidor, ya que
en esta área, ya me ocurrió una vez, me “bajaron” de este artefacto. Se
tuvieron que marchar sin terminar, pero ironías de la vida estos hombres que querían
dejar su trabajo bien hecho no lo pudieron hacer porque su coordinador no los
dejó. Además observé que ni siquiera se atrevían a echar un palazo para cubrir
los tubos que quedaban a la vista en ese agujero, porque correr la tierra y
tapar no les correspondía y vi como trataban suavemente y con disimulo, con sus
pies, empujar la tierra para así, someramente, dejar cubierto un poquito el
cableado que quedaba expuesto.
Lo único que permitió el eficiente coordinador, fue
colocar una cinta amarilla de advertencia para los transeúntes.
Con cemento y la preocupación de dejar sin protección
el medidor de agua, llegó como salvación mi vecino, vergüenza de vergüenzas, él
trajo arena y con el cemento mezclado me salvó del trance, digo vergüenza
porque es Arquitecto y estaba haciendo el trabajo de quienes tenían el deber de
hacerlo. Ya a salvo, al menos de esta situación, se solucionó el problema del
escape de agua, el hundimiento y asegurado el medidor.
Les seguiré la historia la próxima semana.
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