Enero 12 del 2014
Superando un duelo
Superar un
duelo por la ausencia de alguien que se marchó para siempre, y no me refiero a
un compañero(a) que nos abandona, sino a la ausencia física de este mundo de
alguien a quien amamos, de ese alguien que era importante en nuestra vida, el
amigo(a), el hermano(a), el padre, la madre, en fin, esa persona con quien
compartimos años de nuestra vida, nuestra niñez, juventud y la edad madura, es
decir, cualquier ser que formó parte de nuestra vida y que por las razones que
sean se convirtió en esa persona que creímos era inmortal y que jamás de los
jamases nos faltaría, es la situación más difícil de aceptar sin haber pasado
por diferentes estados de ánimo.
Quienes
hayan cruzado este vía crucis porque realmente lo es, recordarán las frases que
siempre se dicen, primero si esa persona sufre una enfermedad y transcurre el
tiempo viendo cómo se deteriora poco a poco, escuchas una y otra vez : “Tenga fe”,
“Dios es grande”, “los milagros pasan”, “tenga fortaleza”, y otras como estas:
“lo veo mejor”, “pero se está recuperando”, “hoy lo vi mejor”, “me reconoció…
dijo mi nombre”, “pronto lo veremos bailando” y estas son sólo una pequeña
dosis del apoyo que te dan los amigos y
allegados, pero que en tu interior sabes que son sólo palabras y que difícilmente
te reconfortan.
Tras la
pérdida empieza otro calvario, si bien piensas que fue lo mejor para tu ser
querido quien ya no sufre físicamente los dolores de su enfermedad, te
enfrentas a ese espacio que dejó en tu vida, hay un vacío extraño, al entrar a
casa y ver sus pertenencias, quietas, tal y como quedaron antes de irse, una
serie de sentimientos te acompañan, empiezas como dicen tantos psicólogos el
recorrido de cinco pasos y los cuales no creo sean suficientes para definir lo
que nos ocurre, es más, creo que habría que agregar varios más: el impacto, la
negación, rabia, depresión, culpa, resignación y reconstrucción y no
necesariamente en ese orden. El impacto de ver morir a esa persona es bastante
perturbador, pero no voy a detallar ese sentimiento ya que puede ser una
sensación diferente para cada ser; la negación unida a la rabia del porqué un
ser que veíamos fuerte tenía que irse, es inaceptable, a cada instante pensamos
que esa persona va a llegar y nos despertará de la pesadilla que vivimos; la
depresión, nos envuelve esa tristeza de no poder comentar a ese ser lo
cotidiano, lo de siempre, lo novedoso, incluso cuando salimos compramos cosas
que a esa persona le gustaban, para caer en cuenta al momento de pagar que esa
persona ya no está en casa, cuántas veces al ocurrir un evento salimos rápidamente
para comentárselo a esa persona y nos enfrentamos con desilusión a su ausencia,
y empezamos a desarrollar otro paso; la culpa, si hubiera hecho, si no hubiera
hecho, tal vez tal tratamiento, tal vez tal otro, nos atormentamos pensando que
lo que hicimos no fue suficiente, a pesar de haber agotado todos los medios
para ayudarlo; hasta que con el transcurrir del tiempo empezamos a resignarnos
a su ausencia, es una aceptación obligada, ¿cuánto tiempo transcurre antes de
llegar a esa aceptación? No hay un límite para ello, simplemente un día sabemos
que nada de lo que hagamos nos devolverá al ser querido y nos doblegamos a ese
hecho. Empezamos a rehacer nuestra vida, a tratar de reconstruir el camino que
abandonamos por estar en el pasado, un paso a la vez, nos esforzamos y
evidentemente el tiempo que todo lo cura, nos permite volver a salir, sonreír,
hablar con amigos, saludar al vecino y de cuando en cuando pasa alguien por la
calle y crees que ves a tu ser querido y corres y lo miras pero ya con la
certeza, la seguridad de que no es, porque tu cerebro ya aceptó que nada te va
a devolver a esa persona.
Pero en
verdad quisiera saber si alguna persona de quienes leen este comentario y haya
despedido un ser querido, ha podido olvidarlo así, totalmente, ha podido decir,
extraño pero ni siquiera recuerdo su rostro…
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