martes, 28 de enero de 2014

La era del internet y las redes sociales (II parte)


Enero 28 del 2014

 

LA ERA DEL INTERNET Y LAS REDES SOCIALES (II PARTE)

Los cambios drásticos suelen ser buenos.

En la Editorial inglesa hubo desacuerdo entre socios y la pareja principal se expandió hacia España, como en todos los matrimonios empezaron a repartirse los derechos, legalidad, etc. Y con ello quienes trabajábamos allí. En la partición surgió mi nombre y la propuesta de abrir una empresa totalmente nueva en Madrid (España). La idea me entusiasmó tremendamente porque sería un gran cambio para mí, y heme entonces volando hacia un País que quería conocer con una idiosincrasia totalmente diferente a la inglesa.

Allí empezamos con las mismas máquinas eléctricas con memoria y tipos de letra que en ese entonces producía la IBM, más nunca hubo un cambio que mejorara la producción de los libros, se tenía el sistema de offset y algunas veces la tradicional impresión a través de pequeños impresores.

Este es un método de impresión que consiste en aplicar una tinta oleosa sobre una plancha metálica, el texto se transfiere a través de un cilindro que la pasa por presión al papel. Con este sistema debía observar tras un vidrio el trabajo que se iba a imprimir, separar colores, etc

Preparar el material que sería impreso no ofrecía mayor conocimiento técnico sino de observación, estética, paciencia y sobre todo voluntad.

En aras de mejorar mis conocimientos presenté mi hoja de vida a otras empresas y vi que en las condiciones requerían el manejo de télex, así que busqué entre representantes y clientes de la firma para la cual trabajaba y efectivamente tuve la oportunidad de aprender a usarlo, más este elemento tenía la función de recibir y enviar mensajes en clave que salía en unas cintas perforadas que había que convertir a texto.

Mi búsqueda para ampliar mis conocimientos no avanzó mucho en esta época y quedé algo así como estancada.

Con el tiempo surgió la opción de regresar a Colombia y así lo hice, venía con mi maleta de “sapiencias” preparada para buscar la oportunidad soñada.

Vinculándome al Poder Judicial, allí me encontré con esto:

 



Le faltaban algunas teclas, pero ese era el equipo de la oficina, es decir volví al pasado, era volver a empezar, me di cuenta que estábamos atrasados y que la tecnología llegaba lentamente a este País.

Transcurrieron varios años de luchar con este tipo de máquinas hasta que conocí un computador que compró mi hermano y emocionada fui a verlo:

 

 
 
 

Sólo veía textos en la pantalla, en un color verde brillante y para grabar tenía unos discos delgaditos, negros, grandes que se dañaban con cierta facilidad. Esto ya era un adelanto, podría decir que fue en los 80s que empecé de nuevo a entusiasmarme con las máquinas.

Y algún tiempo después llegó el momento esperado cuando empecé a trabajar en el Tribunal Superior de esta ciudad y empezaron a surtir los despachos con computadores, ahora utilizando otro tipo de diskettes para archivar la información.

 

 

Trajeron posteriormente las nuevas versiones y así estuve hasta mi jubilación, fue un gran avance y al fin pude ampliar mis conocimientos.

Ahora estamos en la era de las tablets, smartphones, ipads, mini ipads, iphones, además de las memorias que pueden llevarse en el llavero, cargar información ya no es un misterio y seguiré esperando las novedades para seguir aprendiendo…

Aparte de esto gracias a las redes sociales, Facebook, twitter y otros, los viejos amigos han surgido y hemos podido volver a contactarlos, claro que sólo los que se han atrevido a entrar en este mundo, porque muchos se han negado sistemáticamente a conocerla. Algunos me dicen que no renuncian al “papel” y por eso recibo sus cartas con información atrasada de tres meses mientras un e-mail es inmediato, les disgusta las fotos digitales y las tarjetas virtuales, no quieren saber nada con los teléfonos celulares y mencionarles el “Whatsapp” es un sacrilegio ni que decir de Skype.

Me alegro de llegar a la edad madura con esta tecnología y ojalá pueda disfrutar de muchas más cosas, sueño con tener uno de esos sistemas mediante los cuales la pantalla literalmente flota ante nuestros ojos, o que al tocar el mesón de la cocina podemos mirar las recetas que estamos preparando.

¿Y qué más sigue? Así empezamos...
Y aquí vamos ....
 

domingo, 26 de enero de 2014



sábado, 25 de enero de 2014

El Perdón (II PARTE)


Enero 25 del 2014

El Perdón (II PARTE)

 

 “Que te perdone Dios que te perdone…” y creo que hay un bolero que dice:

“Si en algo te falté perdón…”

También existe la llamada Puerta del Perdón en las Iglesias, vinculadas a indulgencias por determinadas oraciones que se hacían en peregrinaciones, sobre todo en España y México era y creo que aún lo es una costumbre de gran respeto, más no tengo conocimiento de que ayude en algún sentido al perdón.

Esta acción de perdonar a quien causa un daño, muchas veces irremediable, conlleva algo así como no sentir resentimiento alguno hacia quien nos ofende u ofendió, detener la ira que sentimos, más o menos se podría decir que se renuncia a la “venganza”, logrando, supuestamente que las relaciones entre estas personas no queden afectadas por la ofensa.

He escuchado a muchas personas que dicen: “yo perdono pero no olvido”, frase que me parece muy lógica, porque difícilmente se puede olvidar una ofensa, aunque hay ocasiones en las cuales sin que hayan pedido disculpas, sin pensarlo mucho, simplemente se volvió indiferente a esa situación, y aunque tal vez se mencione esa circunstancia en una charla, no nos duele, no nos afecta, simplemente ocurrió y quedó en el pasado. Lo que no quiere decir que hayamos perdonado y mucho menos olvidado, sólo que se escondió entre nuestros recuerdos.

Siempre me ha llamado la atención la reacción de algunas mujeres que han sido maltratadas por sus esposos, y esto se ve a diario en los noticieros, donde relatan cómo un hombre acuchilló o golpeó a su compañera y sin embargo cuando alguna persona intercede por ellas e intenta ayudarlas, la respuesta es: “No se meta que él es mi marido.” Y luego ve que se marchan juntos como si nada, claro que esto ya es masoquismo y no tiene nada que ver con el perdón, ya que ni el marido lo pide ni la mujer lo exige.

No puedo decir que jamás haya causado daño a otros con mis palabras, sobre todo en mi juventud, creía lo que me contaban y obviamente lo compartía con mis amigos y seguramente lastimé mucha gente con la seguridad de que yo era portadora de la verdad, pero los años me han enseñado a callar más y pensar un poquito antes de hablar.

Referirse a la situación de otra persona, a sus asuntos personales y exponerlos sin respeto alguno según nuestro propio criterio es peligroso y dañino, levantar nuestro dedo criticando lo que otro hace, hizo o dejó de hacer, sin conocer los sentimientos de aquel ser humano y luego en un arranque de generosidad comunicarlo a nuestro grupo social, quienes a su vez harán lo suyo, convirtiendo de pronto un pequeño evento en un problema nacional, no siendo posible detener esa avalancha cuando nos enteramos de que en realidad eso que compartimos ya venía exagerado por la primer confidente, pero el daño ya está hecho y con pedir perdón nada solucionamos.

Muchas veces nos ofenden con actitudes que no comprendemos, nos preguntamos ¿qué pasó? ¿qué hice? Y la respuesta no llega, no hicimos nada, simplemente no caímos bien y por eso somos merecedores del desprecio de esa persona, y lo más curioso es que “esa” persona se encarga de hacernos mal ambiente con sus amigos y nosotros seguimos preguntándonos ¿qué pasó? ¿qué hice? Y se va formando una cadena con una antipatía que no sabemos qué la motivó y en nuestro desconocimiento llegamos a sitios donde desde el mismo instante en que entramos sentimos el ambiente pesado, espeso, de repente al pasar el tiempo alguien hablando contigo se sorprende y te dice que tenía una mala impresión de ti y que no se asemeja para nada a lo que le habían comentado, expresando una disculpa por su actitud anterior. Pero esa es una de tantas personas a las que comentaron algo tuyo que no era verdad y a esas alturas nada lo remedia. ¿Y qué se obtiene con esta disculpa tardía? ¿Qué respuesta se le da a esta persona que pide se le perdone por algo que ya recorrió medio mundo? Y lo más grave que aceptó a pie juntillas lo que le dijeron y compartió la actitud sin dudarlo uniéndose en la ofensa e hiriendo y divulgando aquello.

El perdón no es compartir ni estar de acuerdo con lo que te hicieron, tampoco es restarle importancia al hecho ni mucho menos darle la razón a aquel que te ofendió. Más que perdonar, yo diría que es simplemente aceptar lo que pasó, no olvidarlo porque repito, eso para mí es imposible.

“La sabiduría consiste en cambiar una cosa por otra.”

Seamos sabios entonces, cambiemos el perdón por la diplomacia, más nunca olvidemos porque perderíamos nuestra esencia.

viernes, 24 de enero de 2014

El perdón


Enero 24 del 2014

El perdón

Este es un tema bien controversial y difícilmente podré comentarlo en un pliego, veamos a ver qué tanto puedo decir al respecto.

Ante todo voy a mirar el significado de esta corta palabra:

Significa:

1.     La acción de perdonar.

2.     Indulto de una pena o deuda pendiente.

3.     Como resultado de la confesión en la Iglesia Católica.

4.     La palabra usada para interrumpir a alguien que habla y continuar el que lo hace con un comentario, etc.

5.     Cuando no se entiende algo y se requiere una aclaración.

Pero especialmente es utilizada como una excusa para un daño que hemos causado, creo yo, herimos a alguien con palabras, impartimos información que juzgamos cierta sin tener la certeza de su veracidad, dañamos el nombre de alguien, en fin cualquier tipo de daño físico, moral o de cualquier índole y con esta pequeña y sencilla palabra ¿queda todo olvidado?

Yo soy de la creencia que cuando causamos daño con nuestras palabras es como arrojar una libra de arroz en un campo de yerba, queda repartido por todos lados, pero vaya y recójalo… devuelva a su bolsa cada uno de estos minúsculos granos de arroz y deje el césped impecable, intacto, con la seguridad de que ninguna partícula quedó oculta detrás de una hojita o en medio de la tierra.

A lo anterior hay que agregar que cada persona que recibe la información verídica o no, suele compartirla y en esa comunicación va variando la confidencia, se le va agregando pequeños detalles hasta quedar distorsionada la primera revelación.

Y para muestra un botón:

Recién llegada a esta ciudad después de vivir un tiempo en el extranjero, empecé a trabajar en el Poder Judicial, una completa desconocida, novata en todos los sentidos y con ánimo de integrarme ya que no conocía a nadie, me sucedió algo bien simpático. Cada día esperaba a la entrada del edificio, en este entonces los Juzgados estaban ubicados en el edificio San Luis en el centro de la ciudad, mientras pasaba mi hermano a recogerme e irnos juntos a casa, conversaba un poco con el portero y me marchaba. Sucedió que un fin de semana al llegar a mi casa tropecé en un escalón y recibí un fuerte golpe en mi rostro que lesionó la ceja derecha y por ende se formó un morado impresionante, a pesar de colocar carne cruda, hielo y todos los elementos que mi madre encontró a mano para remediar el daño, cuando regresé el lunes al trabajo esta marca indeleble se destacaba indefectiblemente.

Ese día, en la tarde, me senté, como todos los días en un pequeño banco en la entrada del edificio y me dediqué a leer un libro, agachada, por tanto no era fácil identificarme, cuando escuché este diálogo:

“¿Supiste lo que le pasó a fulanita, la nueva?” “No, cuéntame.”

“Pues mira, el fin de semana se apareció en su casa su marido de Europa y la golpeó porque se vino sin avisarle. ¿Viste el morado que le dejó en la cara?”

 Todavía tras el paso de los años, apenas si puedo creer lo que escuché. Yo no podía reaccionar, me puse de pie y las miré sorprendida y me marché pues ya había llegado mi hermano por mí.

¿Cómo pudo este evento convertirse en una pelea de pareja? Cómo llegó la información hasta estas personas si no tuve contacto con nadie, no tenía amigos, sólo los compañeros de oficina y estos sabían lo que les dije, que tuve un accidente casero.

Seguiré más adelante con el tema, pues todavía al recordarlo me es difícil superarlo.

domingo, 19 de enero de 2014

¿Adónde van los muertos? (II Parte)


(II PARTE)

¿Adónde van los muertos?

Retomando este tema tan controvertido, tengo el testimonio de mi madre quien no fue muy feliz en su experiencia. Ella después de una cirugía riesgosa tras haber perdido un bebé extrauterino, físicamente falleció por un período de tres minutos, tiempo en el cual los médicos llamaron a mi padre para exponerle la situación mostrándole, muy apenados, a mi madre tendida en el quirófano, sin vida. Transcurrido ese tiempo mi madre regresó a la vida como cuando una persona se está ahogando y de pronto sale a la superficie y respira. Ella nunca habló de lo que había vivido durante esos minutos, pero un día, ya con mi inquietud la interrogué y me dijo que había sido muy desagradable, que había estado sumida en una oscuridad inmensa y en la misma había algo así como una quebrada que ella debía saltar y cuando dio el salto lo hizo angustiada sin saber lo que la esperaba, volvió a la vida. Posteriormente y muchos años después estando hospitalizada como consecuencia de haber sufrido una caída y fracturado el fémur derecho, preguntaba quiénes eran las personas que la acompañaban en la parte de abajo de su cama y quería que se fueran. No tuve explicación al respecto puesto que su estado no era tan grave y no estaba bajo efectos de la anestesia.

Pero es bueno aclarar que mi madre siempre tuvo un especial sexto sentido, por medio de sueños sabía si alguno de sus hijos tenía problemas, sobre todo durante nuestra niñez y estudiábamos como internos en la vecina ciudad de Popayán (Cauca), recibíamos visitas una vez al mes, sin embargo cuando alguno de nosotros enfermaba mi madre aparecía a visitarnos aduciendo que tenía un presentimiento, luego nos contaba el sueño que había tenido, pero bueno, este tema es diferente al que estamos tratando.

Hace unos años disfruté enormemente de dos programas de televisión, dirigidos por los escritores John Edward y James Van Praagh, mencionadas en la primera parte de este tema, cada uno con su personal forma de comunicarse con personas que se nos han adelantado en su viaje al más allá. Era para mí de gran interés observar y escuchar los mensajes que recibían quienes se encontraban en el auditorio, de sus seres queridos, casi siempre empezaban tratando de descifrar hacia quién iba dirigido el mensaje, en el caso de John Edward, para después explicar cómo había fallecido esa persona, y cuál la causa de su deceso, para finalizar con el mensaje esperado, no así Van Praagh, quien regularmente tenía ya una persona de una familia ordinaria o alguien de la farándula, al que comunicaba lo que podía “ver” y “oír”.

Nunca hubo mención al lugar en donde se encontraban estos espíritus y los mensajes versaban en situaciones que habían causado algún tipo de trauma en sus familiares y amigos. Desafortunadamente cambié de operador de televisión y con ello desaparecieron los dos programas.

Estos personajes son altamente criticados y en otros programas pude ver los ataques frontales que les aplicaban, manifestando que todo era un fraude y que antes de ingresar las personas al set de la televisión eran entrevistadas por alguien que iba suministrando la información al expositor y así manipulaba poco a poco a todo ese público sorprendiéndolo con su conocimiento.

¿Qué hay de verdad en lo que dicen estos señores Edward y Van Praagh? En sus libros cuentan desde qué edad se dieron cuenta del don que tenían y como lo fueron desarrollando, y efectivamente no deja de ser interesante pensar que alguien pueda comunicarse con los que se fueron, pero lo que a mí, personalmente, más me llama la atención, es pensar que están en alguna parte del Universo, o aquí mismo, o de pronto tenemos un mundo paralelo.

No puedo terminar aún este comentario sin relatar un evento ocurrido hace algunos años a un buen amigo mío, Sacerdote Anglicano, quien al nacer perdió a su madre y fue acogido por una de sus hermanas de acuerdo a los últimos deseos de la fallecida, sin embargo demasiado pronto también perdió a su segunda madre, tenía este clérigo catorce años de edad y acababa de despedir a este ser querido cuando la vio de cuerpo entero observándolo, no hubo diálogo ni evento alguno, pero lo dejó marcado para siempre.

Y así sucesivamente han sucedido diferentes cosas a distintas personas que crean la duda de lo que ocurre después de partir de este mundo y aunque mucha gente dice el consabido estribillo: “nadie ha vuelto para contarlo”, también se ha dicho respecto a las brujas “que las hay, las hay”, unos creen otros no, cada quien es libre de pensar y opinar como quiera, pero es bueno imaginar que un día veremos a esas personas que fueron tan queridas para nosotros y que no todo termina convertido en polvo.

jueves, 16 de enero de 2014

A dónde van los muertos


Enero 16 de 2014

(I PARTE)

¿Adónde van los muertos?
¿Quién sabe a dónde irán?

Así se escuchaba una tonada hace algunos años, y esa interrogante siempre me ha acompañado a través de los años.

He leído varios libros, entre ellos:
“Guía para el más allá” de Ken Akehurst, Escritura Automática a través de G.M. Roberts,

“Ghosts Among Us” (Fantasmas a nuestro alrededor), de James Van Praagh, debajo del título dice “Uncovering the Truth About the Other Side” (Descubriendo la verdad acerca del otro lado o más allá”,

“After life” (Después de la vida), de John Edward, le agregan un título “Answers from the other side” (Respuestas desde el otro lado).

“La crisis de la muerte” de Ernesto Bozzano,

Y ahora más reciente “La prueba del cielo” del doctor Eben Alexander.

 Mi favorito, no lo puedo negar es el primero, lo encontré por casualidad en una librería esotérica, cerca de la Sexta aquí en Cali, y me impactó, me dio esperanza. Tan sólo con iniciar su lectura lo cedí a mi hermano, quien de inmediato compró varios tomos para obsequiarlos a algunos amigos preocupados con el tema.

Esta inquietud que he tenido con esta compleja curiosidad, retomó fuerza tras el fallecimiento de mi progenitor en el año 1994, cuando en la misma semana de su ocurrencia tuve un sueño en el cual veía a mi padre en el garaje de nuestra casa y con una sonrisa pícara me llamaba y me pedía que le contara a mi madre que allí donde él estaba, había encontrado a un señor de nombre Carlos, no recuerdo ya el apellido, pero él me dio el dato completo. Al día siguiente sin dudarlo y antes de olvidar el nombre le hice el comentario a mi madre quien también, con tremenda sonrisa, me dijo que se trataba de un conocido de ambos que le había quedado debiendo una buena suma de dinero, lo extraño es que yo no tenía idea de eso y menos para indicar un nombre y apellido tan preciso, ello teniendo en cuenta que el evento ocurrió antes de mi nacimiento.

Lo anterior sirvió para sentirme en paz respecto a mi padre, me hizo pensar que efectivamente estaba “mejor que nosotros” como siempre te dicen cuando alguien de tu familia fallece.

Después de esta experiencia transcurrió algún tiempo durante el cual me propuse, sin mucho afán, hacer algo de investigación, leyendo libros al respecto y buscando experiencias de otras personas. Con el ingreso al universo del internet, fue mucho lo que encontré, aunque en la mayoría de los casos pude detectar falta de seriedad también pude observar que otros tenían un fondo más juicioso basado en experiencias propias y cuya explicación no era posible por medios científicos, lógicos o de naturaleza espiritual.

La existencia de una vida después de la vida terrenal me inquieta profundamente y estos libros que he leído una y otra vez me señalan un común denominador, especialmente el primero y el último de cuyo texto se destaca el paso a un lugar en el cual el pensamiento juega un papel muy importante, basta enfocarse en un lugar o persona para desplazarse allí y ver el personaje. También el hecho de poder comunicarse sin decir palabra.

Ken Akehurst, el autor del primer libro, quedó ciego y después de su muerte, según obra en su libro, tuvo oportunidad de “ver” a algunos de sus amigos, pudo reconocerlos porque en ese estadio no tiene limitaciones ni impedimentos físicos, en el mismo sentido se expresa el doctor Eben Alexander, un neurocirujano, aunque en el caso de éste último, estuvo en coma profundo durante siete días y durante ese período pudo darse cuenta de situaciones que coinciden con el relato del primer autor.

También existen algunos programas televisivos muy interesantes donde entrevistan a personas que han tenido experiencias especiales, han sufrido accidentes y sus cuerpos se han liberado momentáneamente del sufrimiento, del dolor, se sienten bien, pero son empujados a regresar porque aún no ha llegado su momento.

Y esto me recuerda una experiencia, no directa, pero que leí en un expediente cuando trabajé en el poder judicial. Hubo un accidente automovilístico en la carrera 5ª cerca al actual Cosmocentro en la ciudad de Cali, y dentro del trámite investigativo se escuchó a una de las afectadas, una joven que sufrió severos traumas en su cuerpo y en su relato manifestó que al momento del impacto sintió que era despedida fuera del vehículo siendo posible ver lo ocurrido desde lo alto, su cuerpo lastimado estaba dentro del automotor, apretado por una de las puertas, sin embargo ella no sentía nada en absoluto, por el contrario flotaba sin esfuerzo, viendo la gente arremolinada ante los rodantes, hasta ver como retiraron los cuerpos de los ocupantes en camillas, su propio cuerpo fue colocado rápidamente en una de ellas e introducido en una ambulancia con la convicción de su fallecimiento, pero allí sintió una ráfaga que la tiró y deslizó en su cuerpo sintiendo entonces el dolor de las fracturas, ardor y molestias propias del resultado del accidente, provocando la sorpresa de quienes la transportaban. Por tal motivo en su relato pudo determinar exactamente la posición de los vehículos y la situación que provocó el siniestro, hecho que se pudo comprobar mirando el respectivo croquis levantado ese día.

Este es uno de esos casos en los cuales la persona físicamente fallece pero por alguna razón “regresa” y tiene recuerdos de lo ocurrido, aunque no alcanzó el nivel del médico Alexander, tuvo la experiencia de flotar y no sentir dolor, poder ver lo que ocurría con su propio cuerpo, vio que había muerto y volvió para sufrir la realidad.

También conocí de boca de una vecina muy querida que cuando nació su menor hijo, ella tuvo una sensación extraña y muy agradable en la cual se alejaba suavemente del lugar donde acababa de dar a luz, ella vio a su bebé, sin embargo la paz que la acompañaba no le permitía añorar nada, siendo una mujer de gran corazón y generosidad, es extraño el sentimiento de felicidad al alejarse, sobre todo es una madre en extremo cariñosa y amable, acabando de tener a su hijo y sin embargo no quería regresar, así lo afirma, no sabe cuánto tiempo estuvo así, cuando volvió en sí los médicos le dijeron que había perdido sus signos vitales pero que se había recuperado y estaría bien.

Este es un tema del cual es mucho lo que se puede hablar, por eso es difícil cerrarlo en una sola entrada, por ello lo extenderé en dos o más partes.

 

 

 

domingo, 12 de enero de 2014

Superando un duelo


Enero 12 del 2014

Superando un duelo

Superar un duelo por la ausencia de alguien que se marchó para siempre, y no me refiero a un compañero(a) que nos abandona, sino a la ausencia física de este mundo de alguien a quien amamos, de ese alguien que era importante en nuestra vida, el amigo(a), el hermano(a), el padre, la madre, en fin, esa persona con quien compartimos años de nuestra vida, nuestra niñez, juventud y la edad madura, es decir, cualquier ser que formó parte de nuestra vida y que por las razones que sean se convirtió en esa persona que creímos era inmortal y que jamás de los jamases nos faltaría, es la situación más difícil de aceptar sin haber pasado por diferentes estados de ánimo.

Quienes hayan cruzado este vía crucis porque realmente lo es, recordarán las frases que siempre se dicen, primero si esa persona sufre una enfermedad y transcurre el tiempo viendo cómo se deteriora poco a poco, escuchas una y otra vez : “Tenga fe”, “Dios es grande”, “los milagros pasan”, “tenga fortaleza”, y otras como estas: “lo veo mejor”, “pero se está recuperando”, “hoy lo vi mejor”, “me reconoció… dijo mi nombre”, “pronto lo veremos bailando” y estas son sólo una pequeña dosis del apoyo que te dan  los amigos y allegados, pero que en tu interior sabes que son sólo palabras y que difícilmente te reconfortan.

Tras la pérdida empieza otro calvario, si bien piensas que fue lo mejor para tu ser querido quien ya no sufre físicamente los dolores de su enfermedad, te enfrentas a ese espacio que dejó en tu vida, hay un vacío extraño, al entrar a casa y ver sus pertenencias, quietas, tal y como quedaron antes de irse, una serie de sentimientos te acompañan, empiezas como dicen tantos psicólogos el recorrido de cinco pasos y los cuales no creo sean suficientes para definir lo que nos ocurre, es más, creo que habría que agregar varios más: el impacto, la negación, rabia, depresión, culpa, resignación y reconstrucción y no necesariamente en ese orden. El impacto de ver morir a esa persona es bastante perturbador, pero no voy a detallar ese sentimiento ya que puede ser una sensación diferente para cada ser; la negación unida a la rabia del porqué un ser que veíamos fuerte tenía que irse, es inaceptable, a cada instante pensamos que esa persona va a llegar y nos despertará de la pesadilla que vivimos; la depresión, nos envuelve esa tristeza de no poder comentar a ese ser lo cotidiano, lo de siempre, lo novedoso, incluso cuando salimos compramos cosas que a esa persona le gustaban, para caer en cuenta al momento de pagar que esa persona ya no está en casa, cuántas veces al ocurrir un evento salimos rápidamente para comentárselo a esa persona y nos enfrentamos con desilusión a su ausencia, y empezamos a desarrollar otro paso; la culpa, si hubiera hecho, si no hubiera hecho, tal vez tal tratamiento, tal vez tal otro, nos atormentamos pensando que lo que hicimos no fue suficiente, a pesar de haber agotado todos los medios para ayudarlo; hasta que con el transcurrir del tiempo empezamos a resignarnos a su ausencia, es una aceptación obligada, ¿cuánto tiempo transcurre antes de llegar a esa aceptación? No hay un límite para ello, simplemente un día sabemos que nada de lo que hagamos nos devolverá al ser querido y nos doblegamos a ese hecho. Empezamos a rehacer nuestra vida, a tratar de reconstruir el camino que abandonamos por estar en el pasado, un paso a la vez, nos esforzamos y evidentemente el tiempo que todo lo cura, nos permite volver a salir, sonreír, hablar con amigos, saludar al vecino y de cuando en cuando pasa alguien por la calle y crees que ves a tu ser querido y corres y lo miras pero ya con la certeza, la seguridad de que no es, porque tu cerebro ya aceptó que nada te va a devolver a esa persona.

Pero en verdad quisiera saber si alguna persona de quienes leen este comentario y haya despedido un ser querido, ha podido olvidarlo así, totalmente, ha podido decir, extraño pero ni siquiera recuerdo su rostro…