domingo, 28 de febrero de 2016

El problema de hacernos viejos



Febrero 28 del 2016

El problema de hacernos viejos.

En esta semana han surgido muchos temas para comentar, pero empezaré por éste, el problema de hacernos viejos, ya que lo fue en un reencuentro de amigos que tuve hace poco. Fue una reunión de viejos amigos, conocidos, personas con quienes compartí en mi trabajo, algunos más allegados que otros, pero en general una de las tertulias más amenas a las que he asistido desde hace mucho tiempo.

En este agradable encuentro, hablamos de muchos temas, recorrimos la política, religión, relaciones, trabajo, economía y hasta sexo, este último con la picaresca que acompaña los comentarios de algunos caballeros y que a pesar de nuestra edad a más de uno nos hizo sonrojar.

El vino conocido como “Leche de la mujer amada”, para quienes no lo hayan escuchado nombrar, es un vino blanco, semidulce, alemán, amenizó parte de la reunión, tan sólo para provocar comentarios y risas  además de estimular la charla.

Está demás agregar que probablemente la persona más joven del grupo debía oscilar en los 50s y algo más, así que cuando se llegó al tema de la edad y sus experiencias al descubrir que los demás empiezan a vernos más que maduros, viejos, todos teníamos algo que decir.

El principal punto lo fue la reacción de los parientes y seres que considerábamos queridos, de repente nos convertimos en potenciales productores de legados, con o sin disimulo escuchamos cuando preguntan si tenemos alguito para la vejez… en realidad lo que se quiere saber es si hay algo que heredar.

Ahora, si hay alguien mayor que nosotros y se encuentra enfermo, nadie pregunta por él(ella), pero si fallece, llega familia de todos los continentes, parientes desconocidos interesados en lo que pudo haber dejado el difunto. Esto sucede hasta en las mejores familias, decía uno de los compañeros.

Aunado al dolor de la ausencia de este ser querido, el que “queda” en casa se convierte en candidato futuro o en estorbo para coger algo de la herencia.

Pero hay algo que me llamó la atención y que el más joven del grupo me hizo notar, y es que hay personas que tienen diferente táctica, y es que viendo la posibilidad de ser tenido en cuenta, se convierten en nuestros más leales amigos, de repente hasta recogen nuestras prendas de la lavandería, nos inundan el Whatsapp con comentarios, esto para quienes no nos atropella la tecnología, y lo peor es que no nos damos cuenta. Él, el amigo, me dijo que un familiar suyo de repente se dio cuenta que un pariente lejano se volvió cercano y tanto que en menos de un año manejaba sus cuentas y sabía más de sus pocos bienes que él mismo.

Pues resulta que, para fortuna del familiar de este amigo, mi compañero es abogado y pudo ayudarlo para recuperar lo que ya poco a poco se estaba convirtiendo en propiedad del pariente. 

Pero para mayor inri, este “pariente” enojado ante el cambio que dieron las cosas, se dio a la tarea de adjudicar al abogado mala praxis señalando que después de “todo” lo que estaba haciendo por el “viejo”, lo(a) iban a dejar al margen de la herencia. Y lo mejor de todo es que no había testamento siquiera y el “anciano” sigue vivo y con buena salud.

También me comentaba que por ser él, soltero, sin hijos, todos lo miran con cierta envidia y creen que no tiene obligaciones, así que cada vez que surge un problema, un “algo”, recurren a él, lo miran como un Banco de préstamos, sin intereses y con término ilimitado. Durante su vida laboral procuró ahorrar y sin ser millonario, aunque ahora, millonario puede ser cualquiera, la devaluación reclama que hay que ser billonario para poder hablar de riqueza, amasó cierta fortuna para no requerir de nadie en su vejez, siendo posible pagarse un geriátrico en donde vivir su última temporada en la tierra.  Este hecho llegó a oídos de sus parientes y dice con una sonrisa amplia “Desde eso me convertí en la rama más simpática de toda la familia.”

Pero en realidad el problema surge cuando no tenemos una herencia que dejar, y aunque hayan sido personajes clave en algún hogar, nos convertimos en una carga y empiezan a trastear el(la) viejo(a) de casa en casa, llegando al límite de la depresión y por eso concluyo que muchos seres interesantes y de gran valía terminan su vida desatendidos y abandonados.

Aunque la conclusión es triste, la reunión no lo fue y me alegro de haber compartido tan buenos y variados recuerdos.


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