miércoles, 10 de febrero de 2016

Comentario a comentario



Febrero 10 del 2016

Comentario a comentario

El anterior blog de nombre “Siempre hay alguien que pudo hacer las cosas mejor que uno.” Provocó un interrogante: ¿Por qué el ser humano asume estas conductas?” Así que quise comentar el punto, a pesar de que, como dije en alguna ocasión, no soy psicóloga, aunque si hice un curso básico y recibí un diploma con buena calificación.

El caso es que analizando en forma personal las veces que cosas como estas me han ocurrido, y me refiero al hecho de ser instruida por mi interlocutor(a) sobre la mejor forma de haber realizado cualquier tarea, venta o acción, creo que todo depende de la persona a quien le comentamos nuestros asuntos, como dicen esto ocurre según la persona de quien venga la observación.

Si es alguien muy querido de la familia o de mucha confianza, que nos aprecia, seguramente no habrá ninguna mala intención y más bien se apena por no haber servido oportunamente a nuestra búsqueda, pero si se trata de esa persona a quien no le caemos nada bien, lo único que intentará será hacernos quedar mal ante otras personas o por darse el gusto de decir que ella lo habría hecho mejor.

Sin embargo hay tantas razones para que esto ocurra y una de las que creo es la principal tiene un nombre desagradable “la envidia”, ver prosperar a otro o que obtenga un logro que quizás nosotros queríamos despierta los sentimientos más oscuros del ser humano. Es una triste realidad y creo que esa es la principal razón por la que hay siempre una persona que tiene el comentario sagaz y refinado sobre lo que habría de hacerse.

El orgullo de sobresalir indicando que se es más inteligente para enfrentar determinada situación es algo inevitable.

Ocurre en muchas situaciones, sin ir más lejos, hace poco tiempo, tuve uno de los miembros de mi familia canina, en un estado crítico, es un perro con gran temperamento y difícilmente se podía, en ese entonces, lograr que aceptara droga por vía oral, a tal punto que a pesar de colocar una pasta bien camuflada en carne, salchicha, queso o pollo, se las ingeniaba para separarla en la trompa y poco después arrojarla al piso, teniendo en cuenta que se trata de un animal de raza grande, colocarla dentro de su boca era una misión imposible, ni molida, se podía lograr que la tragara. En la Sala Veterinaria varias personas me escucharon solicitar se le aplicara un calmante vía intramuscular  y de inmediato  empezaron los consejos: Arrójele una salchicha con la pasta dentro; Yo le doy a mi perro dentro de un trozo de queso; Colóquesela en el tragadero y sosténgale la trompa hasta que la trague.” Solo queda agradecer los consejos y morderse la lengua para no decir: “Venga y se la pone en el tragadero usted…”

Todo esto, estoy segura fue con la mejor intención, tratando de ayudar, pero cuando uno ha hecho hasta lo imposible por realizar una tarea y llega alguien con desconocimiento total de la situación y con gran confianza en sí mismo afirmando la forma como debe manejarse el problema, despierta sentimientos no muy agradables.

Igual sucedió cuando tuve un enfermo en la familia y por su estado había que manejarlo postrado en una cama, a pesar de haber recurrido a todos los elementos propios de un hospital para manejar su situación, con una cama hospitalaria, sabana de movimiento, colchoneta anti-escaras, enfermeras, cremas, etc. etc., no faltaba la persona que empezara a dar instrucciones de cómo debía ser atendido y cada cuanto se debía cambiar de posición. Como dije antes, todo con la mejor intención, pero la tendencia a dictar cátedra es irremediable.

Estoy segura que más de una vez lo he hecho también, cuando domino el tema y se cómo manejarlo, pero la experiencia me ha enseñado que muchas veces debo callar y permitir que otra persona viva la experiencia y sufra lo que deba sufrir sin que terceros la instruyan.



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