Mayo 29 del 2014
CONVIVENCIA
Convivencia significa
convivir, igual a vivir en compañía de otro(s). Nosotros como seres humanos
somos seres sociales y no existe en el mundo persona alguna que viva
absolutamente aislada de los demás. Más no es fácil, hay diferencias de tipo
social, cultural e incluso económica que interfieren negativamente en esta
relación.
Hay un dicho que me
parece bien acertado cuando al referirse a la convivencia señala: “Las visitas transcurridos ocho días al
igual que los muertos hieden.”
Tuve una ingrata
experiencia con una visita que tomó más tiempo del esperado en mi apartamento.
Una chica de San
Salvador se encontraba en situación precaria y me pidió el favor de recibirla
en mi apartamento en Madrid por una semana, me aseguró que sólo tomaría ese
tiempo pues era el necesario para recibir el dinero que le enviaba su familia y
buscar lugar para vivir. Acepté con esa condición advirtiéndola que no
excediera ese tiempo porque me gustaba mi privacidad.
Muy amable llegó con un
par de maletas, se organizó y siendo mi apartamento muy pequeño la ubiqué en la
salita en un sofá-cama y le cedí la mitad de mi closet para sus ropas.
Yo salía muy temprano
al trabajo y regresaba tarde, ya iniciada la noche, por tanto ella disponía del
apartamento durante todo el día.
Los primeros días la vi
acuciosa buscando, según me comentaba, un lugar para vivir. Al tercer día
cuando llegué, encontré que tenía visitas y por supuesto los refrescos de la
nevera habían servido para atenderlas. Esto lo pasé sin problema, al día
siguiente llegué cargada con alimentos y bebidas para surtir mi nevera y de
nuevo la encontré con las mismas personas del día anterior. Abrí la nevera y lo
poquito que había quedado del día anterior había sido consumido. Coloqué mi
mercado en la nevera y cansada como estaba me retiré a mi cuarto.
Al día siguiente antes
de salir me alcanzó a decir que había que traer refrescos porque ya no había
nada en la nevera… me devolví a mirar, segura como estaba de lo que había
dejado la noche anterior y efectivamente no había nada. Le manifesté mi
descontento y le pedí que no consumiera las cosas que yo traía porque yo tenía
mi presupuesto de gastos organizado y que ella debía comprar lo que necesitara
para atender sus visitas.
Terminó la semana y
esta joven seguía en mi apartamento y sin ninguna intención de marcharse. Le
pregunté qué pasaba y me contestó que no encontraba ningún lugar para irse, que
le diera espera otra semana. Fui muy clara indicándole que sólo le daba tiempo
para que consiguiera una pensión rápidamente.
A mitad de la siguiente
semana la visita seguía allí, sacaba su ropa, planchaba sus pantalones, se
colocaba un pañuelo en la cabeza, bien arreglada y se marchaba supuestamente a
buscar pensión…
Así que tomé la mejor
decisión que pude, pedí permiso en mi trabajo y llegué a mi apartamento al
medio día, llamé a varias pensiones y separé habitación en una bajo el nombre
de ella, empaqué sus cosas y coloqué las maletas en la portería afuera del
apartamento. Y me senté a esperarla…
Se sorprendió de verme
a esa hora en el apartamento y me dijo con rostro de desconsuelo “He recorrido todo el centro de Madrid y no
he podido conseguir habitación en ninguna pensión…” yo salté de una y con
tremenda sonrisa le dije: “¡Pues hoy es
tu día de suerte, te separé habitación en la pensión xxxx, y tus maletas están listas
en la portería y el portero llamó un taxi tan pronto entraste, así que mira por
donde ya tienes donde vivir….!”
La sensación de
libertad me abrumó y prometí no volver a ofrecer mi apartamento en forma tan generosa,
como dicen le di la mano y se tomó el codo. Y si esto ocurre con supuestos “amigos”, que no diremos con parientes
que se sienten con derechos.
Aprendí mi lección y
también la apliqué a mi vida, he estado de visita en dos apartamentos en
Madrid, pero antes de terminar la semana me he marchado dejando no sólo una
colaboración económica a mis amigos sino respetando sus insumos y evitando ser
pesada con mi presencia. Por eso siempre fui recibida amablemente en mis
posteriores visitas. En consecuencia, siempre he llegado con reserva de hotel,
así que no impongo mi presencia cuando no es necesaria.
Estas son lecciones de
vida, pero creo que no debería llegarse a estas experiencias de mal gusto, es
mejor “colorado un minuto que descolorido
toda la vida”.