Octubre 25 del 2015
Nuevamente
votaciones
Increíble pero cierto, yo que me
ufanaba sobre la actitud de los ciudadanos de la tercera edad como gente recta
y que por su experiencia respetaban la libre elección, hoy me retracto, aunque
no se puede generalizar, mi experiencia camino al lugar donde registré mi voto
me hizo cambiar de opinión.
En una mañana un tanto húmeda pero
con buenas posibilidades para dar una caminada amena salí con sudadera y pisando
duro con mis clogs, en mi bolsillo mi cédula de ciudadanía y un bolígrafo, por
si acaso no tienen en el cubículo de votaciones.
El recorrido, el de siempre, cruzar
la quinta, pasar el Centro Imbanaco, doblar en la Cruz Roja y a la vuelta el
punto conocido como Instituto de Ciegos y Sordos, una fila bastante decente de
personas, la mayoría de la tercera edad preguntando por la mesa que les
correspondía. Pasé oronda la fila y duda alguna crucé el umbral hasta llegar a
la mesa correspondiente.
La primer sorpresa fue ver que la
señora del jurado buscaba en su listado uno a uno mi número de cédula, desde mi
altura le señalé la columna en donde aparecía y me entregaron los cartones. Al
llegar al cubículo, no había marcador o bolígrafo, siempre es igual, pero
bueno, muy orgullosa saqué mi bolígrafo e hice las marcaciones sabiendo
exactamente por quién o quienes va mi respaldo. Una vez terminado, deposité los
cartones en el buzón y me entregaron la cédula y constancia de votación de una
tal señora “Emilia”, devolví estos documentos y me entregaron los que me
correspondían. Ya iba de salida cuando dos señoras reclamaban un bolígrafo
porque en el cubículo no había, presté el mío y una vez ellas votaron y me
regresaron mi bolígrafo tomé rumbo a mi casa.
Al llegar a la esquina anterior a
la Cruz Roja, escuché a una encopetada señora que se dirigía a otra diciéndole:
“Pero ¿dónde está el doctor? Ya voté por
el candidato que él me dijo. Quedamos de encontrarnos aquí y no lo veo.” La
otra dama quien sostenía unas tarjeticas que atesoraba contra su cuerpo, le
pedía tranquilidad que el doctor no
demoraba en llegar.
Pensé que esto había sido una
casualidad pero más adelante observé a una señora paradita en una esquina,
cabello blanco, bastante mayor, vestía un overol azul oscuro, camiseta roja con
negro y detenía a las personas que iban con dirección al punto de votación, en
mi inocencia pensé que no sabía dónde quedaba su sitio de sufragio, pero llamó
mi atención que seguí hablando con cada persona que cruzaba la calle. La
observé y en su pecho mostraba la foto de un candidato y la estaba ofreciendo a
cada transeúnte con un estudiado discurso. Al verse observada siguió caminando,
pero no desistió de su actividad, seguí deteniendo a la gente a su paso.
Busqué algún funcionario o policía
para informar lo que hacía la dama, pero no había un solo uniformado en mi
recorrido, así que me quedé con la desilusión hacia la gente mayor, pero con la
satisfacción de haber cumplido con mi deber civil al votar.
Es terrible, la gente reclama
buscando que no haya corrupción y nosotros mismos ya estamos actuando en forma
deshonesta.
Votando, tengo derecho al “pataleo”
si las cosas no funcionan con los candidatos que queden elegidos.
Sea cual fuere el sentido del voto,
espero que la ciudadanía cumpla con ese deber.
Ahora, a esperar las 4 de la tarde.
¡Felicidades!