19 abril del 2015
A
petición del público
(Parte II)
Llegar a “Piedritas” y
a la “Mira”, era si mal no recuerdo, un recorrido de casi una hora, pero desde
el mismo instante en que se terminaba la calzada pavimentada y tomábamos la
carretera destapada, al lado del Club del Departamento, el clima era diferente,
el calor quedaba atrás, el concreto también, y empezaba el verde de los
árboles, los campos y el rojizo de las enormes rocas que acompañaban la
carretera también de ese mismo color, pasábamos una pequeña zona de pequeñas
casas, luego el banqueo y un poco más arriba abríamos la entrada de alambre de púas
que nos daba paso a la propiedad.
Allí se levantaban las
dos casitas y aunque inicialmente el suelo era bastante irregular, poco a poco
aparecieron los colinos de plátano y banano, los árboles frutales, naranjas,
mandarinas, limones, limón mandarino formando pequeños grupos como una
decoración del paisaje. Se cuidó el prado silvestre y fue formando un gran
tapete que daba gusto pisar con los pies descalzos. Se puede apreciar un poco
en esta fotografía donde al fondo se ve la casita campesina de mis padres. Mi
madre, en la fotografía, posa sobre una de las “piedritas” del terreno.
Por todos lados flores
silvestres se sumaban a la decoración de tan bella zona, siendo visitadas por
los colibríes que llegaban en bandadas a recolectar su néctar. Y el golpeteo
del agua donde pequeños pececillos son arrastrados por las corrientes. Aquí
pueden ver el arco que forma esta caída de agua entre las piedras.
Las aves desde el
amanecer se acercaban confiadas a ambas casas y se posaban tranquilas en las
ventanas a cantar hermosas melodías, cuando se acercaba la lluvia los loros
hacían un canto especial y volaban girando sobre el cielo en forma espectacular.
Era curioso ver como algunas aves caminaban junto a nosotros sin ningún temor y
contestaban nuestros silbidos casi que burlándose de nuestro destemplado
sonido.
Algunos tipos de
animales como las culebras me producían cierto recelo y otros de menor tamaño
también. Voy a colocar algunos que pude registrar con mi cámara y si bien es
cierto el alacrán es ciertamente un insecto que produce una picadura muy
dolorosa, los restantes animalitos que yo sepa no causan daño alguno. El
murcielaguito lo encontramos muertico y francamente llamó nuestra atención.
Las sorpresas se daban
todos los días ya que la naturaleza despierta en forma diferente en cada
amanecer, si es soleado, abundan las aves y sus cánticos nos llenaban por
doquier, se acercaban a nuestros platos, recorrían las casas, si era lluvioso
algunos pajaritos arriesgados revoloteaban y se guarecían bajo nuestro techo.
A veces se veía como la
neblina bajaba poco a poco cubriendo todo el paisaje sin que fuera posible
visualizar algo a más de un metro de distancia, si uno se encontraba fuera de
la casa y la neblina lo cubría, quedaba absolutamente mojado. En estas
fotografías se observa uno de esos días nebulosos. Al fondo se alcanza a
visualizar la casa de mi hermano, el guadual a la izquierda y al frente la
pequeña platanera.
Pasar un fin de semana
en el ambiente natural del campo fue de gran gozo, la combinación de colores, todos
los tonos de verdes hasta llegar a los azules, los ocres, los rojizos, allí no hay polución, el ruido proviene del
arrullo de la quebrada, del movimiento de los guaduales, de las gallinas que en
alguna parte crían, no hay televisión, no hay teléfono, aunque ahora con los
celulares se rompe ese silencio, de vez en cuando un búho ulula y algún perro
aúlla, y en la tarde y noche la madera quemada en la chimenea produce el sonido
que ningún instrumento puede igualar.
La mayor diversión la
constituía el recoger las hojas secas y hacer una gran fogata que alejaba los
mosquitos y calentaba el ambiente, esto se hacía en un agujero que después
cubríamos con tierra.
Llegar a este lugar
significaba un tratamiento completo de paz que no de descanso ya que mi hermano
se armaba con un machete para bajar los plátanos y bananos que había que
cosechar, recogía la fruta y cargaba el carro, limpiaba los canales del
riachuelo, limpiaba maleza. Por último dejaba su casa limpia y lista para el
siguiente fin de semana. Al contrario, yo caminaba y oxigenaba mis pulmones con
ese aire puro para volver a mi trabajo a escuchar el ruido de los carros,
sentir la polución y disfrutar de la programación de la televisión y de todo lo
que la ciudad ofrece y que también me complace de tener a mi alcance.
Quizás este relato no
parezca gran cosa, una recopilación de detalles que de pronto no lleguen a
quienes leen, pero lo hago por la añoranza que nos deja el campo, un lugar que
cada vez está más lejos de nuestra cotidianidad, ya que por una u otra razón
nos vemos limitados a observar la naturaleza a través de la televisión y de
programas en internet, donde jamás se podrá comparar con la maravilla de
respirar el aire puro del campo, admirar la belleza de la naturaleza gozando de
esa magnificencia del paisaje no contaminado, sin prisa, y si bien es cierto
mucha gente tiene los medios necesarios para disfrutar del campo, la mayoría se
divierten a su modo en típicos paseos con olla de sancocho incluída.
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