miércoles, 19 de noviembre de 2014

Navidad


Noviembre 19 del 2014

NAVIDAD

La navidad empezó en octubre, lo cual tiene su gracia ya que regularmente el mes de diciembre y la celebración católica del nacimiento de Jesús dura lo que tome rezar la novena, o sea del 16 al 24 de diciembre, ya que el 25 se disparan las fiestas de la Feria y adiós cualquier sentimentalismo anterior.

Las tiendas empezaron a colocar decoraciones navideñas al unísono con la celebración del día de las brujitas, incluso en los almacenes se confundían las máscaras con los pesebres, los disfraces con las luces, etc. etc.

En las calles como dijo Sirirí:

“…Diviso desde la ventana que en el apartamento vecino ya instalaron las luces decembrinas y que dicha vivienda parece un pesebre. Por último y ya entrado el medio día oigo una algarabía en la calle. Suenan tambores desacompañados. Me asomo y ahí están los diablitos esos con sus máscaras desvencijadas bailando de manera inconsútil y pidiendo billetes porque las monedas ya no valen nada.

Concluyo que la Navidad se nos vino encima. Que esa época que estaba ligada al último mes del año ya ocupa previamente los treinta días de noviembre y hay que prepararse para al atafago de las felices pascuas y el feliz año nuevo, en una época que debería ser sólo para los niños y no para que el comercio haga su agosto con gangas y ofertas que nos hipotecan con miles de productos que muchas veces no necesitamos.”

Y aunque disiento en cuanto a que señala que esta fiesta debería ser sólo para los niños, pues en mi sentir se conmemora el nacimiento de Jesús, evento que nos llama al recogimiento de todos, niños y adultos, es para todas las edades, para todos los creyentes, comparto su comentario sobre el cambio tan drástico que ha sufrido esta celebración.

Yendo hacia el sur hay cuatro jovencitos, uno vestido de diablo, todo de rojo, con una careta y en su mano un colador de café, el otro todo de negro, imitando un tanto a la muerte y a un lado los otros dos tocando tambores a todo timbal. Los disfrazados bailan al ritmo del golpeteo de los timbales, de repente sin razón alguna el “diablo” cae al piso y empieza a temblar sobre el pavimento. La primera vez que observé esto pensé que al pobre niño le había dado una convulsión y estuve alerta para llamar a la policía, pero no, de pronto se levanta y se va brincando alrededor de los carros metiendo el colador de café en las ventanillas.

Hay otro, un gorila, grande con un letrero en el pecho que dice “100% de calor” y sobre su espalda otro cartel que indica “desplazado de la selva”, se va caminando entre los vehículos con el fuerte sol caleño o la lluvia que nos acompaña desde el mes de octubre y me pregunto la razón de su disfraz, pero me quedo con la conclusión de que está buscando ayudarse para sobrevivir el día, pues esto no tiene nada que ver con el día de las brujitas ni la navidad y mucho menos el año nuevo.

Para mi la Navidad perdió mucho de lo que era, lo único que recuerdo de siempre es que mi madre acomodaba cajones y tablas en un rincón de la casa, sacaba papel propio para el pesebre, clavaba aquí, allá y acullá, luego colocaba el consabido musgo, que ahora se debe preservar y se consigue en forma artificial con similares características en los almacenes, en las orillas para cubrir huecos se usaba melena, de color grisáceo, me fascinaba como mi mamá la extendía alrededor y la usaba para cubrir los lados del espejo que servía como lago de los pescaditos de plástico. Las casitas de cartón que habían sido dobladas cuidadosamente el año anterior, volvían a relucir y surgían los caminos en aserrín por donde caminaban los pastores con las ovejas, los reyes Magos que al inicio del día 16 de diciembre empezaban su peregrinaje desde la parte más baja del pesebre, descansaban en las caídas de agua hechas con papel de cigarrillo plateado y pequeños carboncitos adornaban la hoguera que estos rodeaban.

La parte principal era la mayoría de las veces una cueva creada con una cajita que servía para que el agujero de esta tuviera la profundidad y firmeza necesaria para sostener a San José, La Santísima Virgen, la mula y el buey, unas pajas recogidas en forma prolija serían la cuna del niño por nacer.

Encima de la cueva una hermosa estrella señalaba el lugar en donde ocurriría el magnífico evento y un ángel con un letrero de “Gloria in Excelsis Deo” en sus manos mostraba la entrada a la cueva.

No faltaban las luces, unos bombillos que eran cuidadosamente repartidos alrededor del pequeño pueblo, ocupando el interior de las casitas de cartón y ocultos por la vereda del camino.

Cada noche rezábamos la Novena y pedíamos con mucha fe al pequeño niño nos concediera lo que tanto deseábamos.

La natilla y los buñuelos eran potaje obligado y mi madre lo preparaba de la forma tradicional, recuerdo haberme lastimado los dedos rayando la yuca para sacar el almidón que usaba para hacerla, tenía una especie de caldero de cobre por dentro el que había que lavar con limón en el que preparaba especialmente este dulce tradicional, se cocinaba en una estufa de leña y colocábamos platos hondos que debían estar impecables ya que serían llevados a los vecinos y amigos acompañados de los consabidos buñuelos.

Evidentemente que había regalos el día 24 a medianoche, pero esencialmente era una celebración familiar, ningún miembro de la casa podía estar en sitio diferente esas noches y en especial la noche en que el niño Jesús nacía con la asistencia obligada a la Misa de Gallo, donde veíamos su nacimiento. La última vez que asistí a esta celebración en Puerto Tejada (Cauca), el Sacerdote en forma ingeniosa colocó una cuerda desde el coro hasta la cuna de paja del pesebre y por ella se deslizó la imagen del niño Jesús hasta quedar sobre ella. Todavía se me escapa una sonrisa al recordar como esta figura se tambaleaba en la cuerda mientras bajaba vertiginosamente hasta el altar donde había sido organizado el pesebre.

Mi madre era muy creativa, uno de los árboles de navidad que colocó en casa fue una hermosa rama, creo que de guayabo, la cual mi padre raspó totalmente y mi madre pintó de blanco, luego colocó luces, guirnaldas y globos en colores y en una curva de las ramas estaba, adivinen quién… Papá Noel, con una canastica sobre su espalda y en ella colocábamos papelitos con nuestra petición de regalo.

Mi progenitora hacía esto ya que un Sacerdote amigo le dijo que el papá Noél era una creencia pagana, lo mismo que el árbol de navidad, pero como ella tenía un viejito Noel muy bonito, con su traje rojo, sus anteojos y su barba blanca, sosteniendo esa hermosa canastita de paja con una rayita de colores, lo colocaba en otro lugar de la casa y más como un adorno para no fomentar la creencia en este personaje.

Pero hay detalles que no puedo olvidar y que todavía me hacen mucha gracia y es que los reyes magos no podían estar ese día en la cueva del nacimiento, sólo el 6 de enero del año siguiente los colocábamos frente al niño con sus ofrendas, pero para ese entonces el pesebre ya había recogido polvo, poco nos acercábamos a él y esa fiesta perdió poco a poco interés, pero eso sí, no nos dejaban faltar a la asistencia a la Iglesia y si no habíamos tenido regalos el 24 de diciembre por la razón que fuera, este día nos compensaban.

Hoy en día, se convirtió en época de regalos, te doy y tú me das, las tiendas tienen juguetes para todas las edades, los almacenes muestran las prendas propias de la época y así el comercio le ganó a la tradición.

 

 

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Historia definitivamente, sin fin


Noviembre 11 del 2014

 

Esta historia empezó en septiembre 21 del año en curso, aún no termina, no se adelanten a especular absolutamente nada.

Sobre las diez de la mañana del día de hoy llegó un camión rojo, con carpa negra, se bajó un afrocolombiano y se puso a cantar y a bailar en la entrada del garaje de esta casa, no sé si por esa razón empezó a llover, pero el caso es que luego se bajó un joven de rasgos más bien indígenas y luego otro y otro, uno se dirigió al árbol de mango cercano y se dedicó a buscar como tumbar los diminutos retoños del mismo.

Intrigada ante la presencia de este grupo bajé a preguntarles si me necesitaban y me dijeron que sí que venían a reparar el andén y que necesitarían agua. Después de estudiar un papel que traían en la mano el grupo se dispersó de la siguiente manera, uno con una pala retiraba las piedras acumuladas junto al contador de agua, otro recostado en el poste de energía se dedicó a quitar los papeles que allí pegan los promotores del servicio de destape de cañerías, otro colocó un cono indicando que estaban trabajando y el último se subió al camión para tirar arena al pavimento.

Llamé a uno de ellos, al más desocupado para que recibiera el agua, ya que ví varios cubos dispuestos, al parecer, para tal propósito. Me dijo que todavía no los necesitaba, así que me retiré, preparé una manguera y esperé mirando su labor.

Mezclaron la arena con cemento y después con gravilla, dos hacían esta labor, otro caminaba sobre un pedazo del andén intentando emparejarlo. Pregunté por qué no preparaban la otra zona que había que arreglar y me respondieron que ellos habían sido contratados sólo para arreglar el pedacito junto al medidor de agua…

Cuando al fin necesitaron el agua, uno me pidió le pasara la manguera. Lo miré un tanto burlona, ya que la manguera no llegaba hasta la calle, así que se la mostré desde lejos y tras dudar unos segundos, cayó en cuenta que debía recoger el agua en cubos. Se lavó las manos, limpió sus zapatos, se alisó el cabello y aclaró el rostro, después llenó un balde, luego un segundo y por fin el tercero y último.

Me retiré entonces con mi manguera, ya descorazonada con el trabajo tan mal hecho de estos obreros.

Al rato me llamaron para que firmara un papel en donde no aparecía registrado lo que laboraron pero necesitaban mi número telefónico y la firma de que habían estado aquí.

Cuando se marcharon miré el resultado de su trabajo y la protección del mismo.

Seis rocas alrededor del rectángulo desigual que hicieron y un recuadro imitando el andén.

Por mi experiencia calculé cinco minutos antes que los transeúntes dañaran esa obra de arte.

Efectivamente, un sujeto dejó sus huellas plantares, otro escribió letreros y marcó la fecha del suceso. Burdamente borré esos recuerdos y con tristeza veo que nuestros servicios públicos son un desastre. Los trabajos los dejan incompletos y subcontratan para terminar los huecos y daños que dejaron al hacer una supuesta reparación, pero eso sí, mi factura refleja un costo alto por algo que ni siquiera era al interior de la casa.

Imagino que el resto de daños quedaran por siempre sin arreglo… y esta historia queda así trunca y sin fin…

 

 

 

sábado, 8 de noviembre de 2014

Las promotoras


Noviembre 11 del 2014
 
Las promotoras
 
Hace días que tengo en el tintero lo acaecido algunos meses atrás cuando en un centro comercial una amiga intentó comprar un producto para la gripe.
La verdad que el resfrío que sufría no era de médico, simplemente tenía ese malestar que nos gusta evitar y que con una simple pastilla se puede envolatar y seguir nuestra vida común y silvestre.
El caso es que entramos a un centro comercial para comprar un par de pastillas para dicho malestar, notamos que el aparador de siempre ya no estaba en su lugar acostumbrado y que esas droguitas que no requieren de prescripción médica habían sido trasladadas al fondo del almacén, justo al lado de la droguería donde sí se requiere una fórmula para ser atendido.
Miramos el aparador y tenía varios letreros describiendo el tipo de medicina que vendían, entre otros había dos con el mismo nombre “Resfriados”, obviamente nos dirigimos al que presentaba las pasticas de siempre y empezamos a leer la descripción de algunas, sólo por el simple placer de hacerlo pues ya sabíamos la que íbamos a llevar.
Al lado del lugar estaba una dama observándonos y se dirigió a nosotras con el consabido “¿En qué puedo asesorarlas?”, le devolvimos la sonrisa y le dijimos que simplemente estábamos mirando, pero ella replicó: “¿Qué buscan? Yo estoy aquí para ayudarlas a escoger el producto que necesiten.” Le repetimos que sólo queremos mirar los productos para resfriados, nada más. De inmediato nos preguntó que si era resfriado común o un resfriado fuerte. Insistimos, es un simple resfriado y ya estamos en el aparador cuya descripción dice “Resfriados”. Pensamos que ya era suficiente de conversación, pero no, en forma instantánea nos dijo que ese no era para el resfriado común que teníamos que mirar en el que ella estaba.
Para evitar el diálogo nos movimos al aparador indicado y no bien mi amiga tomó en su mano las pastas que ya sabíamos eran suficiente para el malestar que sufría, la promotora le preguntó: “¿Para quién es el medicamento?” Nuevamente y para evitar de pronto un examen médico instantáneo, mi amiga le dijo: “Es un encargo para una hija mia.” Pero empeoró la situación porque la señora le indicó que le estaba llevando la droga equivocada que esa no le servía y que la apropiada era “xxxxx”, la cual obviamente, ella promocionaba. Empezó de nuevo con su interrogatorio, si era mayor o menor de edad, que tipo de resfriado tenía, si le dolía la cabeza y si estaba con temperatura alta, etc etc. situación que para ese momento nos tenía realmente fastidiadas y con deseos incontenibles de salir corriendo.
Después de hacernos una descripción de las cualidades del medicamento nos anticipó que sólo ese era el que debíamos llevar.
Cansadas y bastante molestas por la impertinencia de la promotora, mi amiga recibió el medicamento y partimos con dirección a las cajas de pago, pero no bien habíamos caminado unos cinco pasos y sabiendo que la dama no nos quitaba el ojo de encima, mi amiga en forma clara depositó el medicamento en otro aparador del almacén pero que podía ser divisado perfectamente por aquella y nos marchamos con nuestra mejor sonrisa.
Este es un verdadero ejemplo de lo que no debe hacer una promotora de productos, a menos que lo que busque es quebrar a la empresa que representa.