Octubre 30 del 2014
En
los tiempos del FAX
Ayer descubrí que el
fax, ese sistema de comunicación mediante el cual colocábamos un documento a
través de un teléfono y enviábamos su imagen a otro aparato similar, en
cualquier parte del mundo, pasó a la historia, pasó al baúl en donde se
encuentra la máquina de escribir y las calculadoras con manivela.
Lo más curioso es que
una entidad americana solicitó un documento para que fuera enviado mediante
este sistema… aún no logro entenderlo, sobre todo que en ese País, que
considero debe estar bastante más avanzado que uno del tercer mundo, debe estar
muchísimo más avanzado en lo que a tecnología se refiere, pueda solicitar se
use este servicio.
Salí en compañía de una
amiga a buscar dicho servicio, ya que aunque todavía tengo un aparato de estos
en mi casa, lo tenemos bloqueado para llamadas internacionales y por ende
inutilizado para el mismo, así que obviamente los lugares que proliferan en
esta ciudad tienen letreros tales como: telecomunicaciones,
scanner, fax, fotocopias etc., confiadas ingresamos al primer lugar a
solicitar el servicio anunciado FAX, la respuesta fue inmediata, no tenemos ese
servicio, de pronto en el siguiente local, obviamente en ese local tampoco lo
tenían, nos remitieron a otro centro comercial, advirtiéndonos que no era
seguro que prestaran ese servicio, sin embargo, nos arriesgamos, pero tampoco
nos dio resultado, nos dijeron que era un sistema obsoleto y que si teníamos el
documento lo podrían escanear y enviar… un tanto frustradas recorrimos otros
locales pero obtuvimos el mismo resultado.
Analizando la situación
hemos pensado que ante los ojos de los extranjeros no debemos ser un País muy desarrollado
y tal vez pensaron que nuestra tecnología cabalga a lomo de mula.
Si esto piensan en
estos tiempos de tanto avance tecnológico, imagínense lo que sería algunos años
atrás, en otra época de mi vida y nada más ni nada menos que en Madrid
(España), y estoy hablando de los años 70s.
Cada vez que mi
economía lo permitía, venía de Europa a visitar a mi familia y en una de tantas
veces un amigo español, me observaba preparar mi equipaje, miraba los regalos
que guardaba con cuidado en las maletas con verdadera curiosidad, sintiéndome
tan observada opté por preguntarle ¿qué le llamaba tanto su atención? Y me dijo
tímidamente que le gustaría saber cómo sería mi llegada, si había forma de
transportarme con esa mercancía que llevaba y si podía llegar hasta mi casa.
Cuando capté la duda
razonable que tenía mi amigo, no pude menos que tomarlo del pelo y decirle que
cuando llegaba a Bogotá me recibían en chinchorro
en el cual me trasladaban hasta el otro avión que me llevaría a Cali, ya en
esta ciudad era otro cantar, ya que el jefe Pluma
apretada disponía el recibimiento de los viajeros y al ritmo de los
tambores y bailes nos mudábamos de ropas para colocarnos los tapa-rabos, pintarnos el rostro y seguir
en balsas de guadua hasta nuestros hogares donde nos recibían con sendos vasos
de chicha y nos amanecíamos bajo la
lluvia de hechizos con el que nuestro brujo y chamán nos cubría para quitarnos
todos los maleficios que los
conquistadores españoles nos hubiesen transmitido.
Inicialmente mi amigo
escuchó con inusitada atención mi relato, pero al cabo de un rato, y fue, un
buen rato, captó el sarcasmo y optó por reír a carcajadas.
Desafortunadamente en
ese momento no podía mostrarle fotografías de Colombia a través de internet y
sólo pude dejarle ver uno de mis álbumes familiares para que apreciara un poco
que nuestro País era similar al suyo, con edificios, calles y vehículos.
También ocurrían cosas
curiosas como en cualquier reunión donde se anunciaba que una colombiana
estaría allí como invitada, las miradas recaían sobre mi sorprendidas, nos
tenían catalogados para ese entonces, como verdaderos indígenas y les
sorprendía el desparpajo como hablábamos el español. Incluso una vez que hice
un solo de una canción mejicana, Las ciudades, comentaban que cómo era
posible que conociera la letra y entonara la misma casi como los de ese país, o
sea que Colombia era menos que México…
Pero bien, volvamos al
principio, démosle un entierro de primera al FAX, reciclemos estos aparatos
para que resurjan transformados en celulares, en escáneres o en diminutas
memorias de más de 60 gigas.